Las niñas pequeñas que viven
sin su padre no lo hacen solamente porque él haya muerto o haya abandonado a la
familia, o porque se haya divorciado. Ello se debe también a que el padre puede
estar físicamente presente pero emotivamente ausente, o durante una temporada
larga enfermo de alguna manera (depresión clínica, enfermedad terminal, etc.),
o porque es alcohólico o trabajólico, o porque en cierto modo él es una
decepción para su hija, como puede ser el caso de un padre débil de carácter,
ineficaz, etc. Estos tipos diferentes de ausencia en la vida de la niña pueden
tener consecuencias importantes de distintos tipos, dado que una trayectoria de
desarrollo sana a nivel emotivo y socio-psicológico durante los primeros años
de vida suele requerir algún tipo de
patrón positivo paterno (aunque sea un hombre de confianza que no es el padre).
Verse a
uno mismo reflejado
Óptimamente, la niña
necesita verse reflejada en el amor –hacia ella– que percibe en los ojos de su
padre. Así comienza a desarrollar auto-confianza y auto-estima. Así desarrolla
una familiaridad sana con la emoción que se siente al percibir una expresión positiva de amor. Es así también como
desarrolla una apreciación por su propio aspecto, por su cuerpo y por su manera
de ser. Es así como desarrolla lo que los jungianos llamarían su animus, su ser contra-sexual, su ser
masculino, que la ayudará a ser proactiva, productiva y creativa en el mundo
externo durante su proceso de entrar en la vida adulta.
Sin embargo, si la niña no tiene tal relación con su padre, si
lo que percibe es rechazo, frialdad emotiva o abandono de algún tipo (aunque
sea psicológico o emotivo), o si sencillamente él no se encuentra disponible,
la manera en que ella se auto-percibe quedará manchada, su auto-confianza se
deformará o incluso llegará a ser inexistente. Su visión interna de lo que es
una relación tierna de pareja se distorsionará o será disfuncional, y puede que
le parezca, sin importar su belleza, sociabilidad, amabilidad, inteligencia,
etc., que ella carece de atractivo.
Creer en
uno mismo
Sin duda, la auto-confianza
y la auto-estima se pueden forjar a través de los empeños propios a lo largo de
la vida, incluso habiendo tenido una falta total de la presencia de un padre,
pero el sendero hacia el éxito en tales empeños y las razones por las que
siquiera se intentan, suelen ser bastante diferentes para la mujer adulta que
fue criada con una relación positiva con su padre, comparada con aquella que no
tuvo esa suerte. La primera puede sobresalir porque cree en sí misma, mientras
que la segunda necesita sobresalir para alcanzar a vislumbrar la aprobación y
el reconocimiento en los ojos de aquellos que le dan mensajes de aprobación,
honor o prestigio. El valor de tal creencia en uno mismo (en vez de solo
poderlo conseguir a través de la aprobación externa), fácilmente adquirido por
la mujer con una relación positiva con su padre, es inapreciable en la vida
adulta, y la falta de tal creencia en muchas de las innumerables mujeres que se
criaron sin tal imagen positiva paterna, puede provocar que la trayectoria de
la vida esté cargada de dificultades.
El terreno
polifacético de las relaciones de pareja
Posiblemente es en el ámbito
de las relaciones de pareja donde se viven los procesos más dolorosos de aprender
a sobrellevar la falta temprana de un padre. Si una niña no ha sido asegurada
de su valor como mujer por aquella relación temprana con el padre, encontrará
dificultades en sus relaciones con los hombres, precisamente porque a menudo
puede buscar de modo involuntario el
reconocimiento en los ojos del amado… y eso la puede llevar por un camino
precoz de promiscuidad, el cual a su vez la hace sentir que es “mala”, y sin
embargo, allí sigue, visitando inexorablemente un lecho tras otro, encerrándose
con abrazo encarnizado con un hombre tras otro con la infructuosa esperanza de
que este o aquel o el siguiente por
fin le dé aquello que nunca tuvo como niña: la
auto-confirmación.
Casarse
con “Papá”
Otras mujeres puede que
busquen otra avenida y se enamoren de un hombre mayor que ellas, de manera que
se casan con “papá”. En ese momento pueden presentarse distintos panoramas. Si
el hombre es psicológicamente consciente y maduro (lo cual es a menudo, pero no
siempre, deficiente en hombres mayores que buscan mujeres más jóvenes), puede
tener una idea vaga de lo que sucede. Por lo tanto, una vez que ella empiece,
dentro de los parámetros seguros de la relación o del matrimonio, el proceso de
crecimiento, que inevitablemente la llevarán a separarse de su marido de alguna
manera emotiva y psicológica necesaria para
que ella llegue a ser ella misma, él no palidecerá de miedo por ese proceso, y
le concederá el espacio y libertad necesarios para hacerlo. En tal caso, con
toda probabilidad el matrimonio prosperará y continuará creciendo. Sin embargo,
si el hombre no es consciente en el sentido descrito y ve su búsqueda de
crecimiento como una amenaza a la superioridad que siente al haberse casado con
una mujer joven y por tanto aún no desarrollada, muy posiblemente intentará
reprimirla y censurarla, o manipularla psicológicamente haciéndole creer que no
vale nada, que es tonta o –y este parece ser un eterno favorito– que necesita
ayuda profesional para que se calme y
vuelva a portarse como antes.
Evitar
involucrar las emociones
Otro posible panorama (y hay
muchos más que no comentaré en este artículo por razones de espacio) es el de
evitar las relaciones de pareja por completo, o el de evitar involucrar las emociones propias (lee también mi artículo: Te Necesito … No Te
Necesito: ¿Forma Parte de la Relación de Pareja la Dependencia?, donde describo otro tipo de panorama bajo el nombre de desamparo emotivo,
que es la necesidad no sana y dependiente del otro, tanto en hombres como en
mujeres). Aquí los ejemplos son
abundantes: la tía solterona que dedica su vida a sus sobrinos o que se hace
profesora y dedica su vida a su profesión, la monja que dedica su vida a Dios,
o la prostituta que, aunque involucra su cuerpo, pocas veces involucra sus
emociones. Otro ejemplo es el de la mujer seductora que siempre necesita llevar
las riendas seduciendo a los hombres pero que en realidad nunca llega a
involucrar sus emociones (la versión femenina del Don Juan o el Casanova). Una
versión del mismo panorama algo más difícil de reconocer está en el caso de una
mujer que tiene relaciones de pareja con regularidad con hombres casados que
nunca dejan a sus respectivas esposas por ella. A un nivel inconsciente esa
situación le va muy bien, dado que supone para ella la excusa perfecta para no
tener que llegar nunca a comprometerse del todo a nivel emotivo.
Encontrar
la auto-confianza, el reconocimiento y la auto-confirmación en uno mismo
El tema se centra,
evidentemente, en el hecho de que la auto-confianza y el reconocimiento que tan
ansiosamente se busca, se debe encontrar dentro de uno mismo en vez de por ahí,
en el mundo exterior –inicialmente, al menos– para que tengan un valor auténtico
y duradero. El mundo de las emociones que se evitan por miedo o porque uno
nunca aprendió realmente lo que es el amor, se tiene que encontrar primero
dentro de uno mismo (en otras palabras, es necesario amarse a uno mismo antes de amar a otro). La tarea de
lograrlo requiere que la persona se haga muy consciente de sí misma –observándose a sí misma, observando el diálogo interior, los mensajes del
cuerpo y todas las emociones que ocurran, buenas o malas, dado que todas ellas
nos dan pistas sobre el ser auténtico–, y que en este proceso se haga uso de
una honestidad absoluta sobre uno
mismo. Una advertencia al lector: este proceso no se completa rápidamente
durante un fin de semana: para que se convierta en costumbre, debe seguirse a
lo largo de la vida, y así pavimentará el camino para encontrar la verdadera
auto-confianza interior y el amor hacia uno mismo, lo cual llevará a su vez a
anular la necesidad de encontrarlos en el otro. Este es otro más de los caminos
que conducen a la libertad interior.
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