Tuesday, April 16, 2019

¿Empatía o amor altruista y compasión?


¿Sientes el sufrimiento de los demás? ¿Sufres cuando otros experimentan dolor emocional? ¿Eres capaz de ponerte en su piel cuando atraviesan un terrible proceso de angustia profunda? ¿Te das cuenta a veces de lo que otros sienten cuando te acercas a ellos (o simplemente al oír su voz por teléfono) y luego vives realmente —de modo figurada— lo que están atravesando?

¿Te sorprendería —o incluso te ofendería— si te dijera que tener esos sentimientos de profunda empatía por otra persona realmente le es de poca utilidad, y que principalmente sirve para agotarte a ti? (Aunque al mismo tiempo pueda hacerte sentir mejor contigo mismo, a pesar de que ello te haya consumido porque estás empatizando activamente con alguien que atraviesa una situación dolorosa). ¿Protestarías y me dirías que así es como se comporta una persona buena, cariñosa y amable? ¿Me acusarías quizás de ser fría e insensible por plantear siquiera semejante pregunta?

Desde hace varios años, este tema me lleva significando mucho. Mucho antes de que llegara a ser psicoterapeuta, sabía que casi todos los profesionales de la salud —desde médicos hasta masajistas, pasando por enfermeras y trabajadores sociales, técnicos, cuidadores a domicilio (tanto los que se dedican a ello profesionalmente como aquellas personas encargadas del cuidado de un miembro de la familia o amigo), personal de crisis, acupunturistas y psiquiatras, por no mencionar los psicoterapeutas como yo, y muchos más profesionales de un amplio abanico de ámbitos diferentes— padecen, con mucha frecuencia, el síndrome de estar quemados (burnout).

Matthieu Ricard, monje budista mundialmente conocido y autor del libro En defensa del altruismo (entre otros), habla de la empatía autónoma así como de la empatía que no es autónoma y que forma parte de un modelo más extenso dentro de la compasión y el amor:
  • La empatía afectiva, emocional o cognitiva es sentirse identificado con el estado mental de otra persona: si alguien está feliz o alegre, tú también te sientes alegre; si alguien está triste, tú también te sientes triste; y si alguien sufre, tú también sufres realmente. Tratas de ponerte literalmente en el lugar de esa persona, imaginando lo que está pensando y sintiendo. Se trata de un estado mental, y es una empatía «autónoma», como lo denomina Ricard. Y esto conduce al burnout. En Estados Unidos, el 60 % de todo el personal médico padece o padecerá el síndrome del burnout.  Dudo mucho de que las estadísticas de otros países sean mejores.
  • La empatía autónoma debería formar parte de algo mucho más amplio y general. Debe ser parte del amor altruista y la compasión. Todos nosotros, y muy especialmente quienes cuidan de los demás ­—de la manera que sea—, tenemos que saber cultivar el amor y la compasión (hacia el prójimo), dentro de cuyos parámetros tiene su sitio la empatía, con el fin de ser capaces de afrontar los efectos burnout de la empatía autónoma.
  • Considerando varias situaciones de la actualidad que han causado impacto en los medios de comunicación a nivel internacional, se puede mostrar que la empatía te puede afectar de forma muy diferente a la bondad o compasión amorosa, y a la vez mostrar lo importante que es la compasión:
  • En el reciente atentado en un bar gay de Orlando, muchos diríamos que antes del tiroteo empatizábamos con la comunidad LGBT, por los continuos prejuicios, homofobia y aislamiento a los que han hecho frente a lo largo de la historia. Este tipo de empatía es muy importante, porque sin ella no podemos ponernos en el lugar de otro. Sin embargo, durante el tiroteo e inmediatamente después, si nos hubiéramos quedado en el nivel puramente empático, habríamos sufrido muchísimo, simplemente porque habríamos seguido en ese nivel autónomo del que habla Ricard. Ahora bien, si añades como ingrediente la compasión amorosa, no es que el suceso no te importe, sino que te preocupas de otra manera: deseas que cese su sufrimiento y harás lo que puedas para aliviarlo, pero te das cuenta de que tu deseo de que acabe su sufrimiento no exige que tú también sufras; y lo que es más importante, reconoces que si tú también sufres, serás mucho menos capaz de echar una mano y apoyar a los que lo necesitan, porque puede que llegues a un punto en el que también necesitarás ayuda (debido a tu propio burnout).
  • En el reciente asesinato de Jo Cox, la diputada parlamentaria británica a la que apuñalaron y dispararon delante de sus oficinas unos días antes de que se votara en el Reino Unido el Brexit, si hubiéramos conocido a la víctima antes del atentado, podríamos haber empatizado con su papel de diputada, esposa y madre, y podríamos haber admirado lo que estaba haciendo. Este tipo de empatía no nos haría sufrir; simplemente es algo que nos permite imaginarnos en la piel de otro. Sin embargo, inmediatamente después del atentado, cuando la noticia llegó a los medios, si nos hubiéramos quedado en el nivel puramente empático, habríamos sufrido (al pensar que su vida fue sesgada en flor, en sus hijos, etc.), simplemente porque habríamos seguido en ese nivel autónomo del que habla Ricard. Ahora bien, si añades como ingrediente la compasión amorosa, no es que el suceso no te importe, sino que te preocupas de otra manera: deseas que cese su sufrimiento y harás lo que puedas para aliviarlo, pero te das cuenta de que tu deseo de que acabe su sufrimiento no exige que tú también sufras; y lo que es más importante, reconoces que si tú también sufres, serás mucho menos capaz de echar una mano y apoyar a los que lo necesitan, porque puede que llegues a un punto en el que también necesitarás ayuda (debido a tu propio burnout).
En las palabras de Ricard, «el amor altruista se convierte en compasión cuando se enfrenta al sufrimiento de otros. La compasión es el deseo de que otros se liberen del sufrimiento y de las causas de este. Para que esto suceda, debemos estar preocupados por el destino del otro, ser conscientes de su sufrimiento, desear que este se cure y estar preparados para hacer todo lo posible por que así sea».
A la luz de los ejemplos anteriores, examinemos algo de las investigaciones de vanguardia de los neurocientíficos occidentales en colaboración con monjes budistas (incluido el antes mencionado Ricard).

Uno de estos estudios, dirigido por la Dra. Tania Singer, experta de renombre internacional en empatía del Instituto Max Planck para las Ciencias Cognitivas y del Cerebro en Leipzig, Alemania, tenía como objetivo investigar la plasticidad neural funcional de la empatía y de la compasión. El estudio pretendía examinar cómo afectaban estas (la empatía y la compasión) al cerebro y al estado de ser —al bienestar— de los participantes. Meditadores experimentados fueron examinados con resonancias magnéticas en tiempo real, y quedó muy claro que cuando se centraban en sentirse solo empáticos, sufrían. El propio Ricard relata que, cuando estaba meditando según le habían indicado, la Dra. Singer lo interrumpió al cabo de 10 minutos y le preguntó que qué estaba haciendo, porque los resultados no eran los que ella estaba acostumbrada a observar. Ricard respondió que había estado meditando sobre la bondad amorosa y la compasión. Singer le pidió que meditara solo sobre la empatía. El monje aceptó con cierta reticencia y se centró en un documental desgarrador sobre los huérfanos rumanos que había visto el día anterior. Ricard indica que pasada una hora estaba totalmente quemado, identificado con el dolor de esos niños y sintiéndose impotente.

Cuando llegó la hora de hacer una pausa para comer, Singer preguntó a Ricard si quería comer o pasar a su meditación sobre la compasión, y eligió con presteza la segunda, diciendo que simplemente no podía seguir aguantándolo. Dice que, según hizo eso, fue como si se rompiera una presa, dando lugar a una efusión de amor y afecto: «cada átomo de sufrimiento se llenó de un átomo de amor», y que se sintió mucho más fuerte, lo que simplemente no se podía comparar con los anteriores sentimientos de dolor empático.

Los dos tipos de relacionarse con lo que sucede a otro —empatía y compasión— arrojaron dos resultados neurales completamente distintos y dieron lugar a dos estados de sentimiento completamente distintos. Ricard describe la diferencia como de la noche al día. El estudio se replicó con otros sujetos, y el trabajo resultante de Singer demuestra que en la angustia empática intervienen redes neurales completamente distintas comparadas con las de la bondad amorosa y la meditación sobre la compasión. En el segundo caso se trata de una red mucho más positiva de afiliación, salubridad y recompensa, y de afecto positivo, aplicada al sufrimiento de manera constructiva.

Pasos para aprender a meditar con atención plena sobre la compasión y la bondad amorosa

Hacer lo siguiente puede cambiar las conexiones de tu cerebro:
  • Dedica entre 10 y 15 minutos cada día a sentarte en silencio.
  • Envía pensamientos compasivos y cariñosos a la familia y a los amigos.
  • Después, a una persona con la que tengas un desacuerdo, conflicto o tensión.
  • Luego, haz lo mismo con desconocidos que estén sufriendo por todo el mundo.
  • Por último, envíate pensamientos de compasión, perdón y autoamor a ti mismo.


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