Si pudieras entrar en un estado de paz instantánea
cada vez que te sintieras ansioso, preocupado, enfadado o asustado, ¿no
querrías ir allí? ¿No querrías que alguien te dijera cómo llegar allí, y cuál
sería el procedimiento para andar por ese camino?
Cuerpo, mente, espíritu
El proceso para llegar a ese sitio está basado siempre en la misma premisa: si estás preocupado por tus finanzas, una enfermedad grave, la inminente desaparición de una relación importante, o la adicción a las drogas de tu hija adolescente; si tienes miedo a no conseguir nunca el ascenso en el trabajo o a ponerte delante de la junta directiva por primera vez para presentar el presupuesto anual; o si te da miedo contarle tu pareja que ya no vas a aceptar su maltrato emocional. Este proceso de llegar a un estado de paz instantánea se desplaza desde tu cuerpo hasta tu mente y emociones, y finalmente hasta tu espíritu.
Siempre puedes elegir
Según contemplas el dilema o el miedo que te atormenta, evoca este pensamiento en tu cabeza y rodéate de todas sus posibilidades latentes: Siempre puedes elegir. (Consulta también mi artículo: Eligiendo Alternativas: HaciéndonosResponsables por Nuestras Vidas). Por supuesto, esto significa que si estás firmemente convencido de que su presentación va a ser una chapuza porque tienes miedo a hablar en público, te empiezas a dar cuenta de que tu creencia en ello es una elección que has hecho tú. Y de la misma manera en que has hecho una elección, puedes hacer otra como por ejemplo elegir creer en que vas a ser capaz de hablar bien y que tu presentación será un éxito.
¿Y si creyeras que no vas a poder vivir si tu pareja te abandona o porque tiene una aventura con otra persona? De nuevo, la creencia que sostienes es elección tuya. (Consulta también mi artículo Te Necesito…No Te Necesito). Por lo tanto, potencialmente podrías elegir creer en que continuarás con tu vida y que esta situación emocional difícil te hará más fuerte. O podrías elegir creer que si alguien desea abandonarte o te ha sido infiel, significa que te va a ir mejor sin esa persona en tu vida. O podrías elegir creer que una frustración de tales proporciones está en tu vida para que aprendas algo sobre ti mismo (consulta también mi artículo Relaciones Comprometidas: Úsalas Para Crecer Hacia el Auto-Conocimiento y el Amor Verdadero).
Cuerpo
Ahora respira suavemente para relajarte. Incluso si el pensamiento de preocupación o miedo sigue haciéndote hiperventilar o sudar abruptamente, tan solo respira suavemente para relajarte. Observa tu respiración por un instante o dos y continúa respirando suavemente. Ahora observa tu cuerpo durante unos instantes. ¿Tienes el estómago cerrado? ¿Tu respiración es superficial? ¿Te late con fuerza el corazón? ¿Te palpitan las sienes? Continúa respirando suavemente y lentamente, y observa tan sólo por unos instantes tu respiración. Inspira, espira. Inspira, espira. Suavemente. Sigue observando tu cuerpo, nota cómo se ralentiza poco a poco y comienza a liberar el dominio frenético que ejercía sobre tus nervios. Respira suavemente. Inspira, espira. Inspira, espira. Suavemente.
Mente y emociones
Ahora permítete hacerte consciente de tu diálogo interior y tus emociones relacionadas con el pensamiento, preocupación o miedo. El diálogo interior a menudo es perturbador y dañino, provocando más emociones negativas; y a veces lo contrario: las emociones negativas provocan un diálogo interior perturbador. Es una vía de doble sentido cuya procedencia todavía no han determinado los neurocientíficos, biólogos y psicólogos. ¿Las emociones provocan pensamientos o a la inversa? Antonio Damasio (La sensación de lo que ocurre) y Candace Pert (Your Body is Your Sub-conscious Mind), entre otros, han investigado extensamente sobre este tema.
Bien, ahora estás respirando suavemente, consciente de tu cuerpo e inmerso en tu diálogo interior. Bajar a la tierra es una estupenda manera de cortar el círculo vicioso del perturbador diálogo interior. Si te limitas a decirte a ti mismo que pensar de ese modo no sirve de nada, apuesto a que tus pensamientos continuarán versando sobre el odiado o temido tema. Así que pon los pies en la tierra. Un ejercicio sencillo que puedes hacer mientras conduces es el siguiente: mira a la placa de matrícula del coche que tienes delante. Suma las cifras. Si obtienes como resultado un número de dos cifras, súmalas también. Por ejemplo, en GRZ 9482 la suma da 23, y al sumar estas cifras obtenemos 5. Hazlo con varios coches hasta que notes que los pensamientos han desaparecido. Esto lo notas porque en realidad estás pensando en algo totalmente distinto, o en nada en absoluto. Si no te ha funcionado este ejercicio debido a su facilidad o porque no estás conduciendo, prueba con el siguiente: piensa en un número cualquiera de dos o tres cifras y multiplícalo mentalmente por otro número de dos o tres cifras. Seguro que este te hará bajar a la tierra y sacará los pensamientos fuera de tu diálogo interior, porque es muy difícil de hacer —para la mayoría— y exige mucha concentración.
En este nuevo estado mental en el que te encuentras, sin emociones negativas o pensamientos negativos desbordándote —por lo menos solo ahora—, crea sustitutos de tu diálogo interior previo e infúndelos con emociones positivas. Por ejemplo, podrías pensar en ti hablando con facilidad en la reunión de la junta y dando una presentación satisfactoria, al tiempo que imaginas lo bien que te sentirías posteriormente. Este sentimiento positivo respecto a los resultados deseados es muy importante. Todo tipo de diálogo interior nuevo o imaginación debería llevar siempre incluidos sentimientos positivos respecto al resultado deseado. Este enfocarse intencionadamente (consulta también mi artículo, “Enfocar Intencionadamente: Tu Felicidad, Tu Éxito y la Ley de la Atracción”) en lo que te gustaría crear o provocar en tu vida es un ingrediente importante para llegar al estado de paz instantánea al que me refiero en el principio de este artículo.
Cuerpo del dolor y cuerpo emocional
En este punto te has enfocado o centrado —con sentimiento e intencionalidad— en sustitutos positivos de tu diálogo interior negativo previo, y ahora tienes que hacerte consciente de otro ingrediente tremendamente importante del proceso. Eckhart Tolle (El poder del ahora) hace referencia a esto con el término cuerpo del dolor, y Chris Griscom (Sanar las emociones y Éxtasis, la nueva frecuencia) lo denomina cuerpo emocional.
En esencia, los dos autores hacen referencia a esa parte de nosotros que se revuelca en el dolor. ¿Cómo? —dices— ¿Por qué diablos querría yo revolcarme en algo doloroso? La respuesta resulta obvia: porque es un lugar que conoces. Porque allí te sientes como en casa. En otras palabras, hemos estado allí tantas veces antes, en ese lugar de dolor, que cuando nos enfrentamos a la elección de hacer algo nuevo y desconocido o bien revolcarnos, es mucho más fácil retroceder al camino trillado y revolcarse. Ni siquiera lo pensamos realmente. Simplemente vamos allí, porque nos resulta familiar. Y entonces sentimos confort en la familiaridad del dolor. ¿Lo reconoces? ¿Has pasado por ello? Sientes ahora mismo la tentación, a pesar de lo que acabas de leer hasta aquí, de volver a tus pensamientos dolorosos? ¿Te parece eso mucho más fácil?
El observador, el testigo
A medida que te haces consciente de tu apego al dolor, observa también tu compulsión a hablar de él y pensar en él. Observa cómo te vas automáticamente a este lugar de dolor. Y al observarlo, comienza a darte cuenta de que puedes elegir de forma consciente tus pensamientos, acciones, reacciones y sentimientos con el fin de salir de ese famoso lugar donde llevas tiempo manteniéndote prisionero.
Según te observas deseando automáticamente ir a ese lugar de dolor, notas que hay una diferencia entre el "tú" que observas y el "tú" que desea ir al lugar de dolor. El observador o testigo de tus pensamientos y sentimientos está separado de aquel que quiere ir al lugar de dolor. En las palabras de Tolle: «Pon por lo menos el mismo interés en tus reacciones [pensamientos y sentimientos] que en la situación o persona que te hace reaccionar». Y añade: «Siempre que seas capaz de observar tu mente, ya no estás atrapado en ella». Al hacer esto, al convertirte en el que mira, el observador, el testigo de tu propia mente, te traes al momento presente. Ya no estás en ese pasado o futuro intermitente, necesitado, dañino y angustioso, porque tu observación de la parte de ti que está en esos lugares te ha traído al presente para que puedas observar, mirar y presenciar.
Espíritu
Al hacer esto, también te haces consciente de tu yo eterno (la parte de ti que mira no es la parte que se debilitará y morirá: la parte que mira es eterna y existirá para siempre). Desde el lugar estratégico de tu yo eterno (imagínate mirar a tu existencia eterna desde lo alto de una montaña, viendo valles demasiado numerosos como para contarlos, donde tu "yo actual" es uno de esos valles), tu "yo actual" y los problemas que lo oprimen pierden un poco de su urgencia. A medida que accedes a esa parte de ti, a medida que reconoces tu esencia eterna, entras en el momento del Ahora te ofreces la paz como autorregalo.
Todo este proceso lleva mucho más tiempo describirlo que ponerlo en práctica, y una vez que empieces a practicarlo, te resultará cada vez más fácil acceder a él cada vez que lo hagas. Te proporciona un alivio inconmensurable del estrés y la ansiedad, el miedo y la preocupación, el dolor y la angustia. Cuanto más lo hagas, más te convertirás en el observador de tus pensamientos y sentimientos; cuanto más des tu estado consciente a tu yo eterno y permanezcas en el Ahora, menos tiempo estarás empleando en revolcarte en el cuerpo del dolor o en el cuerpo emocional. A medida que eliminas tus lazos a esas conexiones, tu vida empezará a cambiar automáticamente debido al nuevo enfoque que estás dándole.
Recuerda: observa tus sentimientos, pensamientos o reacciones. Identificarte con el observador te trae a la consciencia. Recuerda que tu "yo observador" es eterno. Al recordar, abandonas el lugar doloroso de tus pensamientos, sentimientos o reacciones que te provoca esa angustia, porque al observar te sitúas en el momento del Ahora, donde no hay sitio para el pasado o el futuro. El Ahora solo contiene el Ahora. Enfocarte en él significa que no puedes centrarte en el dolor, porque el dolor viene de otra parte. Y eso te trae el principio del estado de paz. Siempre.
Cuerpo, mente, espíritu
El proceso para llegar a ese sitio está basado siempre en la misma premisa: si estás preocupado por tus finanzas, una enfermedad grave, la inminente desaparición de una relación importante, o la adicción a las drogas de tu hija adolescente; si tienes miedo a no conseguir nunca el ascenso en el trabajo o a ponerte delante de la junta directiva por primera vez para presentar el presupuesto anual; o si te da miedo contarle tu pareja que ya no vas a aceptar su maltrato emocional. Este proceso de llegar a un estado de paz instantánea se desplaza desde tu cuerpo hasta tu mente y emociones, y finalmente hasta tu espíritu.
Siempre puedes elegir
Según contemplas el dilema o el miedo que te atormenta, evoca este pensamiento en tu cabeza y rodéate de todas sus posibilidades latentes: Siempre puedes elegir. (Consulta también mi artículo: Eligiendo Alternativas: HaciéndonosResponsables por Nuestras Vidas). Por supuesto, esto significa que si estás firmemente convencido de que su presentación va a ser una chapuza porque tienes miedo a hablar en público, te empiezas a dar cuenta de que tu creencia en ello es una elección que has hecho tú. Y de la misma manera en que has hecho una elección, puedes hacer otra como por ejemplo elegir creer en que vas a ser capaz de hablar bien y que tu presentación será un éxito.
¿Y si creyeras que no vas a poder vivir si tu pareja te abandona o porque tiene una aventura con otra persona? De nuevo, la creencia que sostienes es elección tuya. (Consulta también mi artículo Te Necesito…No Te Necesito). Por lo tanto, potencialmente podrías elegir creer en que continuarás con tu vida y que esta situación emocional difícil te hará más fuerte. O podrías elegir creer que si alguien desea abandonarte o te ha sido infiel, significa que te va a ir mejor sin esa persona en tu vida. O podrías elegir creer que una frustración de tales proporciones está en tu vida para que aprendas algo sobre ti mismo (consulta también mi artículo Relaciones Comprometidas: Úsalas Para Crecer Hacia el Auto-Conocimiento y el Amor Verdadero).
Cuerpo
Ahora respira suavemente para relajarte. Incluso si el pensamiento de preocupación o miedo sigue haciéndote hiperventilar o sudar abruptamente, tan solo respira suavemente para relajarte. Observa tu respiración por un instante o dos y continúa respirando suavemente. Ahora observa tu cuerpo durante unos instantes. ¿Tienes el estómago cerrado? ¿Tu respiración es superficial? ¿Te late con fuerza el corazón? ¿Te palpitan las sienes? Continúa respirando suavemente y lentamente, y observa tan sólo por unos instantes tu respiración. Inspira, espira. Inspira, espira. Suavemente. Sigue observando tu cuerpo, nota cómo se ralentiza poco a poco y comienza a liberar el dominio frenético que ejercía sobre tus nervios. Respira suavemente. Inspira, espira. Inspira, espira. Suavemente.
Mente y emociones
Ahora permítete hacerte consciente de tu diálogo interior y tus emociones relacionadas con el pensamiento, preocupación o miedo. El diálogo interior a menudo es perturbador y dañino, provocando más emociones negativas; y a veces lo contrario: las emociones negativas provocan un diálogo interior perturbador. Es una vía de doble sentido cuya procedencia todavía no han determinado los neurocientíficos, biólogos y psicólogos. ¿Las emociones provocan pensamientos o a la inversa? Antonio Damasio (La sensación de lo que ocurre) y Candace Pert (Your Body is Your Sub-conscious Mind), entre otros, han investigado extensamente sobre este tema.
Bien, ahora estás respirando suavemente, consciente de tu cuerpo e inmerso en tu diálogo interior. Bajar a la tierra es una estupenda manera de cortar el círculo vicioso del perturbador diálogo interior. Si te limitas a decirte a ti mismo que pensar de ese modo no sirve de nada, apuesto a que tus pensamientos continuarán versando sobre el odiado o temido tema. Así que pon los pies en la tierra. Un ejercicio sencillo que puedes hacer mientras conduces es el siguiente: mira a la placa de matrícula del coche que tienes delante. Suma las cifras. Si obtienes como resultado un número de dos cifras, súmalas también. Por ejemplo, en GRZ 9482 la suma da 23, y al sumar estas cifras obtenemos 5. Hazlo con varios coches hasta que notes que los pensamientos han desaparecido. Esto lo notas porque en realidad estás pensando en algo totalmente distinto, o en nada en absoluto. Si no te ha funcionado este ejercicio debido a su facilidad o porque no estás conduciendo, prueba con el siguiente: piensa en un número cualquiera de dos o tres cifras y multiplícalo mentalmente por otro número de dos o tres cifras. Seguro que este te hará bajar a la tierra y sacará los pensamientos fuera de tu diálogo interior, porque es muy difícil de hacer —para la mayoría— y exige mucha concentración.
En este nuevo estado mental en el que te encuentras, sin emociones negativas o pensamientos negativos desbordándote —por lo menos solo ahora—, crea sustitutos de tu diálogo interior previo e infúndelos con emociones positivas. Por ejemplo, podrías pensar en ti hablando con facilidad en la reunión de la junta y dando una presentación satisfactoria, al tiempo que imaginas lo bien que te sentirías posteriormente. Este sentimiento positivo respecto a los resultados deseados es muy importante. Todo tipo de diálogo interior nuevo o imaginación debería llevar siempre incluidos sentimientos positivos respecto al resultado deseado. Este enfocarse intencionadamente (consulta también mi artículo, “Enfocar Intencionadamente: Tu Felicidad, Tu Éxito y la Ley de la Atracción”) en lo que te gustaría crear o provocar en tu vida es un ingrediente importante para llegar al estado de paz instantánea al que me refiero en el principio de este artículo.
Cuerpo del dolor y cuerpo emocional
En este punto te has enfocado o centrado —con sentimiento e intencionalidad— en sustitutos positivos de tu diálogo interior negativo previo, y ahora tienes que hacerte consciente de otro ingrediente tremendamente importante del proceso. Eckhart Tolle (El poder del ahora) hace referencia a esto con el término cuerpo del dolor, y Chris Griscom (Sanar las emociones y Éxtasis, la nueva frecuencia) lo denomina cuerpo emocional.
En esencia, los dos autores hacen referencia a esa parte de nosotros que se revuelca en el dolor. ¿Cómo? —dices— ¿Por qué diablos querría yo revolcarme en algo doloroso? La respuesta resulta obvia: porque es un lugar que conoces. Porque allí te sientes como en casa. En otras palabras, hemos estado allí tantas veces antes, en ese lugar de dolor, que cuando nos enfrentamos a la elección de hacer algo nuevo y desconocido o bien revolcarnos, es mucho más fácil retroceder al camino trillado y revolcarse. Ni siquiera lo pensamos realmente. Simplemente vamos allí, porque nos resulta familiar. Y entonces sentimos confort en la familiaridad del dolor. ¿Lo reconoces? ¿Has pasado por ello? Sientes ahora mismo la tentación, a pesar de lo que acabas de leer hasta aquí, de volver a tus pensamientos dolorosos? ¿Te parece eso mucho más fácil?
El observador, el testigo
A medida que te haces consciente de tu apego al dolor, observa también tu compulsión a hablar de él y pensar en él. Observa cómo te vas automáticamente a este lugar de dolor. Y al observarlo, comienza a darte cuenta de que puedes elegir de forma consciente tus pensamientos, acciones, reacciones y sentimientos con el fin de salir de ese famoso lugar donde llevas tiempo manteniéndote prisionero.
Según te observas deseando automáticamente ir a ese lugar de dolor, notas que hay una diferencia entre el "tú" que observas y el "tú" que desea ir al lugar de dolor. El observador o testigo de tus pensamientos y sentimientos está separado de aquel que quiere ir al lugar de dolor. En las palabras de Tolle: «Pon por lo menos el mismo interés en tus reacciones [pensamientos y sentimientos] que en la situación o persona que te hace reaccionar». Y añade: «Siempre que seas capaz de observar tu mente, ya no estás atrapado en ella». Al hacer esto, al convertirte en el que mira, el observador, el testigo de tu propia mente, te traes al momento presente. Ya no estás en ese pasado o futuro intermitente, necesitado, dañino y angustioso, porque tu observación de la parte de ti que está en esos lugares te ha traído al presente para que puedas observar, mirar y presenciar.
Espíritu
Al hacer esto, también te haces consciente de tu yo eterno (la parte de ti que mira no es la parte que se debilitará y morirá: la parte que mira es eterna y existirá para siempre). Desde el lugar estratégico de tu yo eterno (imagínate mirar a tu existencia eterna desde lo alto de una montaña, viendo valles demasiado numerosos como para contarlos, donde tu "yo actual" es uno de esos valles), tu "yo actual" y los problemas que lo oprimen pierden un poco de su urgencia. A medida que accedes a esa parte de ti, a medida que reconoces tu esencia eterna, entras en el momento del Ahora te ofreces la paz como autorregalo.
Todo este proceso lleva mucho más tiempo describirlo que ponerlo en práctica, y una vez que empieces a practicarlo, te resultará cada vez más fácil acceder a él cada vez que lo hagas. Te proporciona un alivio inconmensurable del estrés y la ansiedad, el miedo y la preocupación, el dolor y la angustia. Cuanto más lo hagas, más te convertirás en el observador de tus pensamientos y sentimientos; cuanto más des tu estado consciente a tu yo eterno y permanezcas en el Ahora, menos tiempo estarás empleando en revolcarte en el cuerpo del dolor o en el cuerpo emocional. A medida que eliminas tus lazos a esas conexiones, tu vida empezará a cambiar automáticamente debido al nuevo enfoque que estás dándole.
Recuerda: observa tus sentimientos, pensamientos o reacciones. Identificarte con el observador te trae a la consciencia. Recuerda que tu "yo observador" es eterno. Al recordar, abandonas el lugar doloroso de tus pensamientos, sentimientos o reacciones que te provoca esa angustia, porque al observar te sitúas en el momento del Ahora, donde no hay sitio para el pasado o el futuro. El Ahora solo contiene el Ahora. Enfocarte en él significa que no puedes centrarte en el dolor, porque el dolor viene de otra parte. Y eso te trae el principio del estado de paz. Siempre.
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DEINE SEELE UND DU
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