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Cada
elección que haces te lleva por un camino concreto. Al observar dónde te
encuentras en la vida, puedes echar la vista atrás para examinar las elecciones
que has hecho y darte cuenta de cómo llegaste donde estás.
Si
no estuvieras donde quieres estar, ten en cuenta que esta entrada no trata sobre la culpa. Pero si no
estás donde quieres estar, considera las elecciones que has hecho. Por ejemplo,
¿cuántas veces has elegido ver tu falta de buena fortuna o tu dificultad para
ganar velocidad a lo largo del camino que has elegido en la vida como mala suerte? ¿Cuántas veces has elegido
reaccionar con ira, con depresión o con un estado de ánimo de baja energía a
una u otra situación en tu vida?
Estas también son elecciones que has hecho.
¿Cuántas
veces has elegido quedarte 20 minutos más en la cama en vez de hacer ejercicio
o meditar o aprender ese idioma o dominar ese programa de ordenador que podría
suponer para ti una ventaja en tu búsqueda en la vida?
¿Cuántas
veces has elegido decirte a ti mismo que soy
así y no puedo cambiarlo?
¿Cuántas
veces has elegido envidiar la buena fortuna de otra persona en vez de alegrarte
—de verdad— por ella?
Cada
elección que hacemos aporta una energía específica a nuestras vidas, y en sí
misma esa energía nos conduce a hacer más elecciones que podrían aumentar esa
misma energía. Si no era la mejor energía desde el principio, entonces aumenta.
Pero en cualquier parte del camino
podemos elegir otras alternativas.
Si
empiezas a vigilar tus elecciones, a observarlas, a ser de verdad consciente de
ellas y de la intención que las hizo
realidad, estarás en una posición en la que verás con claridad cómo tu vida
seguiría direcciones nuevas si cambiaras esas elecciones.
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Muy
a menudo nos referimos a lo que podemos hacer con nuestros sentimientos
negativos, nuestro dolor y nuestra desesperación. Son tantas las técnicas,
tantas las conversaciones, tantos los talleres y tantos (cientos y cientos) los
libros de ayuda, y aun así son tantas las personas que siguen pidiendo recetas
de antidepresivos o ansiolíticos, y tantas las que intentan con gran empeño
estar mejor y simplemente no parecen lograrlo.
A
veces hace falta un cambio de paradigma. Ya. Suena complicadísimo. Pues ese es
el cambio de paradigma. Parece que esperamos que sea complicadísimo, pero no lo es. Tan solo tenemos que
hacernos a la idea de que no es complicado y que podemos hacerlo con un simple
cambio de la atención (y creyendo que realmente podemos hacerlo sin el
desesperante y extenuante trabajo duro que esperamos afrontar).
Con
esto no estoy diciendo que no vayas a necesitar disciplina y dedicación, ya que
vas a necesitarlas. Pero no tiene por
qué ser complicado.
El
cambio de paradigma que no es
complicado significa que te permitirás contemplar la posibilidad de que lo único que hace falta es que te hagas a un
lado y te apartes de tu desesperación y dolor, o sea: mira en la otra
dirección.
Da
un giro de 180 grados en tu eje interno y mira en la otra dirección. Permítele
a tu yo interno abrazar la posibilidad de que puede ser así de fácil; que una vez que mires en la otra dirección
y te permitas ver, imaginar o pensar algo diferente de aquello en lo que te
habías estado fijando, empezarás a sentir un ligero cambio energético. Ese es el comienzo.
Concéntrate
en eso y empieza a mirar más allá en esa dirección. Haciéndolo no estarás
abandonando tu responsabilidad respecto a tu dolor y desesperación. Más bien,
estarás cumpliendo tu deber primero y más importante hacia ti mismo: mantener
tu frecuencia energética tan alta como puedas con el fin de sacar lo mejor de tu yo interno y externo.
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En este último Año Nuevo ¿te has marcado algún propósito? ¿Lo mantienes? Son las
preguntas que te haces durante el proceso y una de las preguntas más frecuentes
viene de aquella antigua canción: Is this
all there is? (¿Es esto todo lo que hay?)
¿Es esto todo lo que hay?
Vamos a detenernos
aquí un instante… ¿Esto es todo lo que hay? Si esto es todo lo que hay, será
por algo ¿verdad? Dicho de otra forma, el hecho de que esto sea todo lo que hay
tiene que tener algún motivo. Quizá tu familia era pobre y no pudo permitirse el
lujo de darte una educación privilegiada, quizá tu madre tenía un trastorno
bipolar y ese primer entorno te predispuso al fracaso, o quizá tu padre tenía
cáncer y siendo un niño viviste sus cinco años de lenta agonía hasta que murió
entre fuertes dolores, o quizá te casaste con un fracasado o quizá tomaste una
mala decisión empresarial tras la que todo tu mundo se vino abajo, o tal vez tu
hijo es drogadicto, o quizás soñabas con ser bailarina pero solo llegaste a ser
profesora de gimnasia en el instituto porque te rompiste el tobillo con catorce
años y eso te impidió llegar a ser una bailarina de primera clase.
¿De quién es la culpa?
Lo que estoy queriendo decir aquí es que siempre hay
algo o alguien a quien echarle la culpa. ¿Correcto? No. No es correcto. (Puedes
leer también mi artículo Gratitud,
Elección y el Síndrome ¿Por Qué me ha Pasado Esto a Mí?). Vivir la
vida que quieres vivir depende mucho más de tu actitud personal hacia todas las
cosas que te ocurren en la vida que de las cosas que en este momento te están
pasando.
Vamos a repetirlo:
Si quieres vivir de una determinada manera pero no lo estás haciendo todavía,
los resultados que estás obteniendo son más bien el producto de cómo reaccionas
constantemente ante las cosas que te suceden que de lo que pueden influirte las
circunstancias externas que llegan a tu vida.
¿Qué significa eso?
Actitud
Literalmente
significa que tienes el poder de influir sobre los resultados de tu vida a
través de tu actitud interior hacia tu propia vida y hacia todo lo que ocurra
en ella. Tonterías, dirás. Actitud, digo yo. Piensa en una chica
que va al baile segura de sí misma, feliz de ir y convencida de que se lo va a
pasar muy bien. Incluso aunque no sea ni por asomo la chica más guapa, brillará
y destacará simplemente gracias a su actitud interior. Todos hemos estado en un
evento social y nos hemos rascado la cabeza mentalmente preguntándonos cómo era
posible que alguien que realmente no parecía tener nada especial, que no
llevaba la ropa a la última moda, ni conducía un lujoso coche, ni era la
persona más inteligente o interesante del lugar, y sin embargo era la más
popular y solicitada del evento. Ahora imagínate a la chica que va a la fiesta
pensando que su vestido o su pelo no están bien y que seguro que nadie la
sacará a bailar. ¿Dónde piensas que va a estar ella mientras la otra chica con confianza
en sí misma encadena un baile con otro? Sosteniendo la pared, naturalmente.
Actitud.
Veamos otro
ejemplo: las entrevistas de trabajo. ¿Consigue siempre el trabajo la persona
con mejor currículo y calificaciones más altas? No necesariamente. La actitud
juega un papel importante.
Fe
La actitud lleva en
su interior una gran dosis de fe. No se trata de fe religiosa, pero son primas
hermanas, porque se trata de una especie de creencia ciega similar a la de los
creyentes religiosos. En este caso, sin embargo, es la fe en uno mismo; fe en
que te encuentras en el buen camino con lo que estás haciendo; fe en el
resultado final; a menudo es fe ciega, porque sea lo que sea lo que uno trate
de hacer y que esté deseando llevar a cabo o tratando de averiguar cómo hacerlo
realidad en su vida, no ha ocurrido todavía.
Obviamente, hay
muchas cosas que una persona puede hacer para que el proceso avance. Puedes
formarte en un campo específico, puedes entrenarte en una actividad concreta,
puedes mejorar tu carácter, puedes tratar de conocer a personas influyentes que
pueden ayudarte a avanzar, etc. Sin embargo, sin la actitud adecuada casi todo lo
dicho solo es, en el mejor de los casos, útil en parte. Una actitud ganadora,
podríamos llamarla, actitud de la que tú
estás convencido. Esto es bastante distinto de la actitud que tienen algunas personas
al tratar de convencer a los demás de
que tienen esa actitud positiva interior.
Cómo llegar
Bueno,
vale, parece que te estoy oyendo decir. Dame pistas de cómo conseguir esa actitud
ganadora, esa forma positiva interior de ver la vida… ¿cómo lo consigo? No solo
no tengo esa actitud, sino que además ni siquiera confío en mí mismo. Es
cierto, a mi consulta llegan muchos clientes cuya confianza en sí mismos y su
sentido de la autoestima no son los mejores. Sigue leyendo y verás que no es
una misión imposible.
Una vez más, el principal ingrediente
es la actitud. Imposible, ¿dices? ¿El
contenido de este artículo es simplemente ridículo? Ya ves, ahí lo tienes:
actitud. Vamos a darle una oportunidad,
¿dices? Vamos a seguir leyendo para ver
lo que quiere decir la autora de este artículo. Date cuenta de que si esa
es tu decisión, también dice algo de tu actitud.
Elegir tomar la decisión de que
tienes elección
Así que ¿cómo haces
para pasar de vivir la vida que no quieres a vivir a la vida que sí quieres
vivir? ¿Cómo comenzar a creer en ti mismo si realmente no crees? ¿Cómo dejar de
tener relaciones agonizantes o trabajos pésimos? Uno de los libros que recomendé
en mis boletines de 2006 fue «Teoría
de la elección» de William Glasser. El doctor Glasser y yo coincidimos en
muchos de los temas a los que me he referido en los últimos años —como sabréis
quienes seguís mis boletines o mi programa semanal de radio—, en particular,
con este asunto de elegir (puedes ver también el artículo Eligiendo
Alternativas: Haciéndonos Responsables por Nuestras Vidas). Si tú
comienzas a abrirte a la posibilidad de que cada pensamiento, sentimiento,
acción y reacción que tienes no es solo tu responsabilidad sino también tu
elección, comenzarás a entender la magnitud de la idea: si no estás viviendo la
vida que quieres vivir, también es tu elección —sin importar las condiciones de tu educación, tus circunstancias, tu
pareja, o la salud que tengas— que tu vida no sea lo que tu hubieras
deseado que fuera.
Carl Gustav Jung lo
explicó así: El libre albedrío es la
habilidad de hacer con gusto lo que debo hacer.
Elegir y enfocarse
Entonces, ¿qué
puedes hacer ahora mismo, hoy, en este mismo momento, para empezar a cambiar tu
vida y que esté más alineada con lo que te gustaría ver en tu vida? Enfócate en
lo que quieres, no en lo que no quieres. Enfócate hacia donde quieres
ir, no hacia donde crees que deberías ir si las cosas no funcionan bien.
Enfócate en el mejor resultado posible, incluso si todavía no sabes cómo llegar hasta allí. Enfócate en lo
que te corte la respiración, enfócate en lo que te acelere el pulso, enfócate
en lo que haga que tu corazón palpite cuando pienses en ello, pero no te
enfoques en tus miedos de que puede que nada funcione. Cuando tu mente entra en
el espacio donde te encuentras a ti mismo pensando en qué podría no funcionar,
o en qué terribles consecuencias podría haber si no consiguieras eso o alcanzaras
aquello antes de finales de mes, o en cinco meses o en diez años o antes de
cumplir los 25, los 40 o los 72. Date cuenta de dónde te está llevando tu mente
y comienza a ejercitar totalmente un nuevo músculo que te permitirá elegir los
pensamientos que tienes en todo momento. Tan pronto como reconozcas que tus
pensamientos van en direcciones que no tienen que ver con tus propósitos,
enfoque y actitud, elige cambiar la
dirección de esos pensamientos. La decisión de enfocarte de forma distinta es
únicamente tuya. Al tomar esta decisión,
comenzarán a ocurrir los cambios en tu vida.
Recuerda que
aquello en lo que te enfocas inicialmente podría necesitar algún ajuste. Un
escultor puede tener una imagen mental de su obra de arte terminada, pero conforme
comienza a preparar el mármol y a trabajar sobre él, debido a las vetas del
material o debido quizá a los cambios que se asientan en la mente del escultor
a medida que crece y madura, la versión final puede variar un poco, o mucho, respecto
a su visión original. No hay nada malo en ello, siempre que aprendas a ajustar sobre
la marcha, recordando siempre que el ajuste debe estar alineado con tu
propósito, tu enfoque positivo y tu actitud.
Tu vida es un
reflejo de tu ser interior, tus pensamientos y sentimientos y, sobre todo, de las
decisiones que tomes en cada momento. Aprende esto, úsalo, observa cómo esas
decisiones comienzan primero a marcar pequeñas diferencias que luego serán cada
vez mayores a lo largo de tu vida, y comienza a vivir la vida que quieres
vivir. Nunca es demasiado tarde para empezar.
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