¿Esto es todo lo que hay?
Vamos a detenernos aquí un instante… ¿Esto
es todo lo que hay? Si esto es todo lo que hay, será por algo ¿verdad? Dicho de
otra forma, el hecho de que esto sea todo lo que hay tiene que tener algún
motivo. Quizá tu familia era pobre y no pudo permitirse el lujo de darte una
educación privilegiada, quizá tu madre tenía un trastorno bipolar y ese primer
entorno te predispuso al fracaso, o quizá tu padre tenía cáncer y siendo un
niño viviste sus cinco años de lenta agonía hasta que murió entre fuertes
dolores, o quizá te casaste con un fracasado o quizá tomaste una mala decisión
empresarial tras la que todo tu mundo se vino abajo, o tal vez tu hijo es
drogadicto, o quizás soñabas con ser bailarina pero solo llegaste a ser
profesora de gimnasia en el instituto porque te rompiste el tobillo con catorce
años y eso te impidió llegar a ser una bailarina de primera clase.
¿De quién es la culpa?
Lo que estoy queriendo decir aquí es que siempre hay algo o alguien a
quien echarle la culpa. ¿Correcto? No. No es correcto. (Puedes leer también mi
artículo Gratitud,
Elección y el Síndrome ¿Por Qué me ha Pasado Esto a Mí?). Vivir la vida que quieres
vivir depende mucho más de tu actitud personal hacia todas las cosas que te
ocurren en la vida que de las cosas que en este momento te están pasando.
Vamos a repetirlo: Si quieres vivir de
una determinada manera pero no lo estás haciendo todavía, los resultados que
estás obteniendo son más bien el producto de cómo reaccionas constantemente ante
las cosas que te suceden que de lo que pueden influirte las circunstancias
externas que llegan a tu vida.
¿Qué significa eso?
Actitud
Literalmente significa que tienes el
poder de influir sobre los resultados de tu vida a través de tu actitud
interior hacia tu propia vida y hacia todo lo que ocurra en ella. Tonterías, dirás. Actitud, digo yo. Piensa en una chica que va al baile segura de sí
misma, feliz de ir y convencida de que se lo va a pasar muy bien. Incluso aunque
no sea ni por asomo la chica más guapa, brillará y destacará simplemente
gracias a su actitud interior. Todos hemos estado en un evento social y nos
hemos rascado la cabeza mentalmente preguntándonos cómo era posible que alguien
que realmente no parecía tener nada especial, que no llevaba la ropa a la
última moda, ni conducía un lujoso coche, ni era la persona más inteligente o
interesante del lugar, y sin embargo era la más popular y solicitada del evento.
Ahora imagínate a la chica que va a la fiesta pensando que su vestido o su pelo
no están bien y que seguro que nadie la sacará a bailar. ¿Dónde piensas que va
a estar ella mientras la otra chica con confianza en sí misma encadena un baile
con otro? Sosteniendo la pared, naturalmente. Actitud.
Veamos otro ejemplo: las entrevistas de
trabajo. ¿Consigue siempre el trabajo la persona con mejor currículo y calificaciones
más altas? No necesariamente. La actitud juega un papel importante.
Fe
La actitud lleva en su interior una
gran dosis de fe. No se trata de fe religiosa, pero son primas hermanas, porque
se trata de una especie de creencia ciega similar a la de los creyentes
religiosos. En este caso, sin embargo, es la fe en uno mismo; fe en que te
encuentras en el buen camino con lo que estás haciendo; fe en el resultado
final; a menudo es fe ciega, porque sea lo que sea lo que uno trate de hacer y
que esté deseando llevar a cabo o tratando de averiguar cómo hacerlo realidad
en su vida, no ha ocurrido todavía.
Obviamente, hay muchas cosas que una
persona puede hacer para que el proceso avance. Puedes formarte en un campo
específico, puedes entrenarte en una actividad concreta, puedes mejorar tu
carácter, puedes tratar de conocer a personas influyentes que pueden ayudarte a
avanzar, etc. Sin embargo, sin la actitud adecuada casi todo lo dicho solo es,
en el mejor de los casos, útil en parte. Una actitud ganadora, podríamos
llamarla, actitud de la que tú estás
convencido. Esto es bastante distinto de la actitud que tienen algunas personas
al tratar de convencer a los demás de
que tienen esa actitud positiva interior.
Cómo llegar
Bueno,
vale, parece que te estoy oyendo decir. Dame
pistas de cómo conseguir esa actitud ganadora, esa forma positiva interior de
ver la vida… ¿cómo lo consigo? No solo no tengo esa actitud, sino que además ni
siquiera confío en mí mismo. Es cierto, a mi consulta llegan muchos clientes
cuya confianza en sí mismos y su sentido de la autoestima no son los mejores.
Sigue leyendo y verás que no es una misión imposible.
Has dicho que no estás viviendo la vida que quieres vivir, ¿verdad? Y
que no crees que sea cuestión de chasquear los dedos ¿verdad? Pero realmente no
es mucho más difícil (puedes leer Enfocar
Intencionadamente: Tu Felicidad, Tu Éxito, y la Ley de la Atracción).
Una vez más, el principal ingrediente es la actitud. Imposible, ¿dices? ¿El contenido de este
artículo es simplemente ridículo? Ya ves, ahí lo tienes: actitud. Vamos a darle una oportunidad, ¿dices? Vamos a seguir leyendo para ver lo que
quiere decir la autora de este artículo. Date cuenta de que si esa es tu
decisión, también dice algo de tu actitud.
Elegir tomar la decisión de que tienes elección
Así que ¿cómo haces para pasar de vivir
la vida que no quieres a vivir a la vida que sí quieres vivir? ¿Cómo comenzar a
creer en ti mismo si realmente no crees? ¿Cómo dejar de tener relaciones
agonizantes o trabajos pésimos? Uno de los libros que recomendé en mis
boletines de 2006 fue «Teoría
de la elección» de William Glasser. El doctor Glasser y yo coincidimos en
muchos de los temas a los que me he referido en los últimos años —como sabréis
quienes seguís mis boletines o mi programa semanal de radio—, en particular,
con este asunto de elegir (puedes ver también el artículo Eligiendo
Alternativas: Haciéndonos Responsables por Nuestras Vidas). Si tú
comienzas a abrirte a la posibilidad de que cada pensamiento, sentimiento,
acción y reacción que tienes no es solo tu responsabilidad sino también tu
elección, comenzarás a entender la magnitud de la idea: si no estás viviendo la
vida que quieres vivir, también es tu elección —sin importar las condiciones de tu educación, tus circunstancias, tu
pareja, o la salud que tengas— que tu vida no sea lo que tu hubieras
deseado que fuera.
Carl Gustav Jung lo explicó así: El libre albedrío es la habilidad de hacer
con gusto lo que debo hacer.
Elegir y enfocarse
Entonces, ¿qué puedes hacer ahora
mismo, hoy, en este mismo momento, para empezar a cambiar tu vida y que esté
más alineada con lo que te gustaría ver en tu vida? Enfócate en lo que quieres, no en lo que no quieres. Enfócate hacia donde quieres
ir, no hacia donde crees que deberías ir si las cosas no funcionan bien.
Enfócate en el mejor resultado posible, incluso si todavía no sabes cómo llegar hasta allí. Enfócate en lo
que te corte la respiración, enfócate en lo que te acelere el pulso, enfócate
en lo que haga que tu corazón palpite cuando pienses en ello, pero no te
enfoques en tus miedos de que puede que nada funcione. Cuando tu mente entra en
el espacio donde te encuentras a ti mismo pensando en qué podría no funcionar,
o en qué terribles consecuencias podría haber si no consiguieras eso o alcanzaras
aquello antes de finales de mes, o en cinco meses o en diez años o antes de
cumplir los 25, los 40 o los 72. Date cuenta de dónde te está llevando tu mente
y comienza a ejercitar totalmente un nuevo músculo que te permitirá elegir los
pensamientos que tienes en todo momento. Tan pronto como reconozcas que tus
pensamientos van en direcciones que no tienen que ver con tus propósitos,
enfoque y actitud, elige cambiar la
dirección de esos pensamientos. La decisión de enfocarte de forma distinta es
únicamente tuya. Al tomar esta decisión,
comenzarán a ocurrir los cambios en tu vida.
Recuerda que aquello en lo que te enfocas
inicialmente podría necesitar algún ajuste. Un escultor puede tener una imagen
mental de su obra de arte terminada, pero conforme comienza a preparar el
mármol y a trabajar sobre él, debido a las vetas del material o debido quizá a
los cambios que se asientan en la mente del escultor a medida que crece y
madura, la versión final puede variar un poco, o mucho, respecto a su visión
original. No hay nada malo en ello, siempre que aprendas a ajustar sobre la
marcha, recordando siempre que el ajuste debe estar alineado con tu propósito,
tu enfoque positivo y tu actitud.
Tu vida es un reflejo de tu ser
interior, tus pensamientos y sentimientos y, sobre todo, de las decisiones que
tomes en cada momento. Aprende esto, úsalo, observa cómo esas decisiones comienzan
primero a marcar pequeñas diferencias que luego serán cada vez mayores a lo
largo de tu vida, y comienza a vivir la vida que quieres vivir. Nunca es
demasiado tarde para empezar.
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