Tuesday, December 10, 2019

El subidón de adrenalina del drama de las relaciones

Parece que nunca faltan artículos que nos hablen de las relaciones tóxicas, los lazos traumáticos o simplemente el comportamiento disfuncional en nuestra interacción con los demás. ¿Por qué nos enganchan y hechizan estas situaciones con tan aparente facilidad, y por qué parecen ocurrir con tanta frecuencia en la mayoría de la demografía? Jóvenes, ancianos, ricos, pobres, con más y menos estudios, gente del mundo de los negocios, gente espiritual, amas y amos de casa, y trabajadores por turnos. Las personas de todos estos y otros grupos, y de la mayoría de las sociedades globales pueden caer en el lodazal del subidón de adrenalina que produce el drama de las relaciones. Obviamente, lo que define a un grupo concreto no necesariamente te “salva” de caer en ese barrizal psico-emocional.

¿Qué es lo que nos lleva allí? ¿Qué nos mantiene allí? ¿Por qué volvemos a por más?

Carl Gustav Jung hablaba de la «sabiduría infinita de la psique», que hace que nos sintamos atraídos hacia aquellas personas que, una vez terminada la fase de “luna de miel” inicial, son precisamente las personas que podrían hacernos aprender, evolucionar y transformarnos. ¿Por qué? Porque las personas que nos atraen de esa manera llevan algo dentro de su psique que hace eco con algo en la nuestra y que conecta con aspectos aún no resueltos de nosotros mismos, así como con aspectos similares en ellas. Por lo tanto, cuando termina esa fase inicial de luna de miel y comienza a surgir en la relación cierto grado de frustración, discordia, etc., tenemos la oportunidad —si nos apegamos a la relación por el momento— de resolver ese asunto aún no resuelto a través de nuestra interacción con el otro.

Suena bien, ¿no? El primer problema, sin embargo, es que la mayoría no tenemos la ventaja de disponer de la información presentada en el párrafo anterior. Sin esa información, lo más probable es que aunque inicialmente le demos una oportunidad a la relación, si las cosas van de mal en peor, tiramos la toalla y entonces nos descuidamos de aprovechar esta maravillosa oportunidad que nos brinda una relación para nuestra evolución potencial. Como tantas veces, el conocimiento es poder, pero sin ese conocimiento puede que simplemente nos demos por vencidos y acabemos en otra relación bastante parecida. La segunda cuestión es que, sin duda, no somos —en general— lo suficientemente conscientes de nosotros mismos como para ser capaces de continuar en una relación tan tirante, incluso si tuviéramos la ventaja de tener esta información. En otras palabras, nuestras reacciones instintivas cuando nos sacan de quicio empeorarían aún más las cosas, porque seríamos incapaces de tomar distancia y observar lo que estaba sucediendo, e incluso de preguntarnos «¿esto podría tener algo que ver conmigo?» No desde el punto de vista de culparnos, sino desde el punto de vista de «¿qué puedo aprender de mí mismo con esto, para que este tipo de cosas ya no tengan el poder de fastidiarme?»

Existen problemas específicos en las relaciones de pareja que pueden producir adrenalina en una o en ambas partes. Está el drama emocional, el drama sexual y el drama psicológico - y son precisamente estos tipos de drama los que producen la adrenalina en una o las dos partes. Son los distintos tipos de drama también los que provocan —incluso cuando la relación está plagada de problemas difíciles— que una o ambas partes continúen saliendo a la búsqueda de la otra, a pesar de haber puesto ya —quizás más de una vez— fin a las cosas.

La pregunta que intenta aclarar este artículo es: «¿Por qué algunos nos sentimos atraídos por el subidón de adrenalina del drama de las relaciones?» Parte de la respuesta está en la “sabiduría infinita de la psique” a la que se refería Jung. En efecto, algo en el yo reconoce a nivel subliminal que esta relación que puede parecer bastante disfuncional alberga la semilla de la resolución de un problema que permanece sin resolver en la psique. Y aunque puede que no seas consciente de ello en absoluto, te sientes forzado a salir a la búsqueda de esa persona otra vez. Y otra vez. Y otra vez más.

Sin duda, en este punto puedo oír ya a algunos de mis lectores insistir en que esa persona necesita que le digan que se mantenga alejada de su pareja tóxica de una vez por todas, por su propio bien. Y por supuesto, estoy totalmente de acuerdo, salvo por una cosa: si te mantienes alejado forzándote a hacerlo y sintiendo todavía el subidón que te arrastra a la otra persona, es posible que a la larga no lo consigas. O puede que estés empezando una perpetuación de este patrón concreto de relación con otras parejas. Sin embargo, si regresas una o dos veces y trabajas en hacerte más consciente cada vez que lo hagas con respecto al hecho de que te sientes atraído por ese subidón de adrenalina por una razón que va más allá de la química o las emociones —y que probablemente guarda relación con tu infancia—, entonces estás potencialmente en el comienzo de la resolución del problema y pronto podrás alejarte del drama sin tener que forzarte a hacerlo.

Imagínate, por ejemplo, que tu problema de la infancia tiene que ver con límites malsanos. De alguna manera, aprendiste a dejar que otros te pisotearan para mantener la paz. Por lo tanto, al enfrentarte a una pareja que vulnera tus límites, puede que sientas este subidón de adrenalina y este drama incluso antes de que hayan traspasado tus límites, debido a esta “sabiduría infinita de la psique” que he mencionado antes. La psique se da cuenta de que esta persona en particular te va a exponer a situaciones que pueden ayudarte a resolver tu problema a través de tu interacción con esa pareja específica. Entonces, cuando tu pareja comienza a traspasar tus límites, tratas de evitar pensar en ello, porque lo único que notas es el subidón de adrenalina en medio del drama. Con el tiempo puede que te vayas… para luego volver, y el ciclo vuelve a empezar.

En este punto, tener conocimiento es crucial. Conocimiento de lo que significa todo esto; de la conexión que tiene con tus propios problemas; y de lo que puedes hacer al respecto siendo cada vez más consciente. Observando no solo al otro, sino también a ti mismo interactuando con el otro. Haz caso a tu cuerpo reaccionando al comportamiento disfuncional del otro (por ejemplo, cuando traspasa tus límites ¿notas una tensión en el plexo solar, o en el intestino, en el corazón?). Con la observación de todos estos factores, te ves empezando a decirte o pensando: «así no es como deseo que me traten» o «este no es el tipo de relación que quiero».

De esta manera, te llevas poco a poco al punto en el que eres capaz de alejarte, porque has puesto el cuidar de ti mismo en un pedestal más alto que el subidón de adrenalina que te atrae al espejismo de una relación que realmente no existe como tu mente la ha imaginado, y que en realidad nunca fue como tú creías que era. Al lograr ser más consciente, te das cuenta de que este tipo de subidón de adrenalina, basado en un drama que está conectado a tus propios asuntos no resueltos, simplemente ya no te atrae. Ahora, esa “sabiduría infinita de la psique” a la que me he referido tantas veces en este artículo te avisa, cuando conoces a gente nueva en tu vida, de aquellas personas que todavía moran a ese nivel. Y entonces, te alejas.

Parece que nunca faltan artículos que nos hablen de las relaciones tóxicas, los lazos traumáticos o simplemente el comportamiento disfuncional en nuestra interacción con los demás. ¿Por qué nos enganchan y hechizan estas situaciones con tan aparente facilidad, y por qué parecen ocurrir con tanta frecuencia en la mayoría de la demografía? Jóvenes, ancianos, ricos, pobres, con más y menos estudios, gente del mundo de los negocios, gente espiritual, amas y amos de casa, y trabajadores por turnos. Las personas de todos estos y otros grupos, y de la mayoría de las sociedades globales pueden caer en el lodazal del subidón de adrenalina que produce el drama de las relaciones. Obviamente, lo que define a un grupo concreto no necesariamente te “salva” de caer en ese barrizal psico-emocional.

¿Qué es lo que nos lleva allí? ¿Qué nos mantiene allí? ¿Por qué volvemos a por más?

Carl Gustav Jung hablaba de la «sabiduría infinita de la psique», que hace que nos sintamos atraídos hacia aquellas personas que, una vez terminada la fase de “luna de miel” inicial, son precisamente las personas que podrían hacernos aprender, evolucionar y transformarnos. ¿Por qué? Porque las personas que nos atraen de esa manera llevan algo dentro de su psique que hace eco con algo en la nuestra y que conecta con aspectos aún no resueltos de nosotros mismos, así como con aspectos similares en ellas. Por lo tanto, cuando termina esa fase inicial de luna de miel y comienza a surgir en la relación cierto grado de frustración, discordia, etc., tenemos la oportunidad —si nos apegamos a la relación por el momento— de resolver ese asunto aún no resuelto a través de nuestra interacción con el otro.

Suena bien, ¿no? El primer problema, sin embargo, es que la mayoría no tenemos la ventaja de disponer de la información presentada en el párrafo anterior. Sin esa información, lo más probable es que aunque inicialmente le demos una oportunidad a la relación, si las cosas van de mal en peor, tiramos la toalla y entonces nos descuidamos de aprovechar esta maravillosa oportunidad que nos brinda una relación para nuestra evolución potencial. Como tantas veces, el conocimiento es poder, pero sin ese conocimiento puede que simplemente nos demos por vencidos y acabemos en otra relación bastante parecida. La segunda cuestión es que, sin duda, no somos —en general— lo suficientemente conscientes de nosotros mismos como para ser capaces de continuar en una relación tan tirante, incluso si tuviéramos la ventaja de tener esta información. En otras palabras, nuestras reacciones instintivas cuando nos sacan de quicio empeorarían aún más las cosas, porque seríamos incapaces de tomar distancia y observar lo que estaba sucediendo, e incluso de preguntarnos «¿esto podría tener algo que ver conmigo?» No desde el punto de vista de culparnos, sino desde el punto de vista de «¿qué puedo aprender de mí mismo con esto, para que este tipo de cosas ya no tengan el poder de fastidiarme?»

Existen problemas específicos en las relaciones de pareja que pueden producir adrenalina en una o en ambas partes. Está el drama emocional, el drama sexual y el drama psicológico - y son precisamente estos tipos de drama los que producen la adrenalina en una o las dos partes. Son los distintos tipos de drama también los que provocan —incluso cuando la relación está plagada de problemas difíciles— que una o ambas partes continúen saliendo a la búsqueda de la otra, a pesar de haber puesto ya —quizás más de una vez— fin a las cosas.

La pregunta que intenta aclarar este artículo es: «¿Por qué algunos nos sentimos atraídos por el subidón de adrenalina del drama de las relaciones?» Parte de la respuesta está en la “sabiduría infinita de la psique” a la que se refería Jung. En efecto, algo en el yo reconoce a nivel subliminal que esta relación que puede parecer bastante disfuncional alberga la semilla de la resolución de un problema que permanece sin resolver en la psique. Y aunque puede que no seas consciente de ello en absoluto, te sientes forzado a salir a la búsqueda de esa persona otra vez. Y otra vez. Y otra vez más.

Sin duda, en este punto puedo oír ya a algunos de mis lectores insistir en que esa persona necesita que le digan que se mantenga alejada de su pareja tóxica de una vez por todas, por su propio bien. Y por supuesto, estoy totalmente de acuerdo, salvo por una cosa: si te mantienes alejado forzándote a hacerlo y sintiendo todavía el subidón que te arrastra a la otra persona, es posible que a la larga no lo consigas. O puede que estés empezando una perpetuación de este patrón concreto de relación con otras parejas. Sin embargo, si regresas una o dos veces y trabajas en hacerte más consciente cada vez que lo hagas con respecto al hecho de que te sientes atraído por ese subidón de adrenalina por una razón que va más allá de la química o las emociones —y que probablemente guarda relación con tu infancia—, entonces estás potencialmente en el comienzo de la resolución del problema y pronto podrás alejarte del drama sin tener que forzarte a hacerlo.

Imagínate, por ejemplo, que tu problema de la infancia tiene que ver con límites malsanos. De alguna manera, aprendiste a dejar que otros te pisotearan para mantener la paz. Por lo tanto, al enfrentarte a una pareja que vulnera tus límites, puede que sientas este subidón de adrenalina y este drama incluso antes de que hayan traspasado tus límites, debido a esta “sabiduría infinita de la psique” que he mencionado antes. La psique se da cuenta de que esta persona en particular te va a exponer a situaciones que pueden ayudarte a resolver tu problema a través de tu interacción con esa pareja específica. Entonces, cuando tu pareja comienza a traspasar tus límites, tratas de evitar pensar en ello, porque lo único que notas es el subidón de adrenalina en medio del drama. Con el tiempo puede que te vayas… para luego volver, y el ciclo vuelve a empezar.

En este punto, tener conocimiento es crucial. Conocimiento de lo que significa todo esto; de la conexión que tiene con tus propios problemas; y de lo que puedes hacer al respecto siendo cada vez más consciente. Observando no solo al otro, sino también a ti mismo interactuando con el otro. Haz caso a tu cuerpo reaccionando al comportamiento disfuncional del otro (por ejemplo, cuando traspasa tus límites ¿notas una tensión en el plexo solar, o en el intestino, en el corazón?). Con la observación de todos estos factores, te ves empezando a decirte o pensando: «así no es como deseo que me traten» o «este no es el tipo de relación que quiero».

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haciendo clic en este enlace o en cualquiera de los que vienen más abajo


Vampiros energéticos: Su efecto destructivo en tu vida



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Soluciones para personas emocionalmente inaccesibles 
y con dependencia emocional



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Narcisismo y Psicopatía: Vivir sin Empatía



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La relación espiritual y el sexo en pareja



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Elige hábitos que te permitan llevar una vida de bienestar



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Morir: Un enfoque espiritual



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Amor sano o disfuncional: ¿Cuál es la diferencia?

(ha habido problemas técnicos con el sonido de esta conferencia, 
y de momento no he puesto el enlace)




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Wednesday, September 11, 2019

Cuatro consejos para cuando ya no puedes más


Haber tocado fondo suele considerarse como uno de los momentos más difíciles en la vida de una persona, y puede deberse a multitud de razones: profesionales, personales (relaciones amorosas, familia), financieras o de salud, estando todas ellas con frecuencia interconectadas, lo que hace que todo parezca una pesadilla de la que no te puedes despertar. Si no dispones de herramientas que te ayuden a lidiar con ello, obviamente todo se hace mucho más difícil, y entonces puede que recurras al alcohol, los antidepresivos, los somníferos, las drogas recreativas, o algo peor.


CONSEJO Nº 1: Evalúa la realidad

En la terapia cognitivo-conductual (TCC) examinamos la realidad frente al mito. Cuando estás en una situación de no poder más, tal vez estés poniendo más énfasis en el mito que en la realidad. En un ataque de pánico, por ejemplo, puede ser que una persona no sea capaz de montar en un avión por culpa del temor de que un avión se estrelle. Podría decirse que, claramente, la realidad estadística es que la posibilidad de que un avión se estrelle es mucho más remota que la de sufrir un accidente de tráfico.

Usar este tipo de “realidad” frente al “mito” que tiene la persona en la mente es una de las maneras de provocar el cambio interior a lo largo del tiempo (queda claro que el cambio no se dará diciéndolo una vez). En el caso de estar al límite, de no poder más, puede que creas que nunca jamás saldrás del agujero en el que te encuentras. Evalúa la realidad de eso frente a su mito leyendo el Consejo Nº 2. O puede que creas que estás en una situación tal que simplemente no tiene solución. Evalúa la realidad de eso frente a su mito leyendo el Consejo Nº 3. Tal vez creas que el objetivo que te has fijado simplemente tiene demasiada envergadura y que nunca serás capaz de alcanzarlo. Evalúa la realidad de eso frente a su mito leyendo el Consejo Nº 4.

CONSEJO Nº 2: Busca triunfos del pasado

Mis compatriotas alemanes tienen una expresión maravillosa –en realidad, no es más que una palabra muy larga–: Erfolgserlebnis, que significa “experiencia de éxito”. ¡Y por supuesto, la experiencia debe ser tuya! Así que rebusca en el pasado cuando triunfaste en algo. ¿Corriste la maratón? ¿Aprendiste ese idioma extranjero? ¿Escribiste ese artículo? ¿Diste esa charla? ¿Aprendiste a cocinar? ¿Aprendiste a usar ese software especializado? Sea lo que fuera –obviamente, en tu pasado puede que haya más de una única experiencia de éxito, e incluso si esa experiencia no está relacionada con el desafío de actualidad–, usa el conocimiento de dicha experiencia, el conocimiento de esa pizca de éxito en particular en tu vida, para instarte a seguir adelante. Para motivarte en el presente empeño. Para darte cuenta de que, si fuiste capaz de aquello, también serías capaz de esto.

CONSEJO Nº 3: Encuentra un modelo a seguir de alguien que haya pasado por lo mismo y haya salido airoso

En mi propia vida, como siempre me ha gustado leer biografías y autobiografías, en general no era necesario salir en búsqueda de alguien que hubiera pasado por mi propia experiencia, porque gracias a esos libros ya conocía a personas así. Me ayudó enormemente volver atrás y releer cómo superaron esas personas todo lo que yo estaba atravesando. Quizá su solución no era la mía, pero parecía como si tuviera un aliado, alguien que entendía mi historia, mi apuro, mi dolor.

Cuando tenía 31 años, mis hijos de ocho, seis y cinco años fueron secuestrados. Ponerle etiquetas a lo que atravesamos todos sería simplificar lo que fue simplemente la experiencia más dolorosa –entre otras muchas– de nuestras vidas. Curiosamente, apenas un año antes más o menos, había leído una autobiografía de una mujer que había sufrido una experiencia similar, y recuerdo que en el momento en que la leí, pensé: ¿por qué diablos estás leyendo algo tan terrible? También, hacía poco me había hecho amiga –por casualidad– de una mujer que tan solo unos meses antes me había contado una tragedia similar en su propia vida: una hija que había sido secuestrada en otro continente dos décadas antes, y a la que jamás había vuelto a ver. Basándome en sus tragedias –al menos en parte–, reuní la fuerza en mi propia vida para poder lidiar con el drama lo mejor que pude a fin de evitar caer al abismo.

Si miras las experiencias de otras personas similares a las tuyas, puede servirte de ayuda para encontrar soluciones.

CONSEJO Nº 4: Desmenúzalo

Abrumarse es una de esas cosas que tienden a suceder cuando ya no puedes más. Estás tan devastado por lo que está ocurriendo, que los árboles te impiden ver el bosque. O te concentras en el bosque y no puedes ver ni un solo árbol. Y entonces te quedas paralizado. Al desmenuzar las cosas en partes manejables, podrás avanzar, aunque sea lentamente, pero ganarás impulso en poco tiempo. ¿Y cómo se desmenuzan las cosas? Piensa: permíteme acabar el día. Para lograrlo, ¿qué tengo que hacer? Solo hasta después de la cena. O piensa: ¿qué pequeña cosa puedo hacer ahora mismo que me ayude a seguir adelante, aunque parezca muy pequeña y sin importancia? O piensa: ¿en qué puedo centrarme por ahora, que me ayude a calmarme? Porque cuanto más calmado esté, mejor podré evaluar lo que está sucediendo y averiguar cómo seguir adelante... aunque ahora mismo no tenga ni idea de cómo resolver el problema en su conjunto.

¿Y después?

Claramente, tiene sentido que hagas todo lo que puedas para no volver a encontrarte en una situación así. No controlando situaciones que crean problemas en tu vida, porque nunca tendrás un control total sobre eso, sino asegurándote de que nunca más te verás al borde del abismo, pase lo que pase. ¿Cómo evitar eso?

Mi sugerencia siempre está relacionada con estar presente y ser muy consciente de ti mismo en todo momento. Esto implica el mindfulness o atención plena, sobre lo que he escrito multitud de artículos, tanto en este boletín como en mis blogs y, por supuesto, en mis libros. Es una práctica que se desarrolla cada una de las veces que lo haces: crece exponencialmente hasta que un día te das cuenta de que llena tu día entero, casi como si fuera música de fondo para tu vida. Al hacerlo, te das cuenta de que, independientemente de lo que te eche encima la vida, eres capaz de permanecer presente y calmado, eres capaz de encontrar un lugar de paz dentro de ti en medio de la tormenta, y por lo tanto nunca te acercas un solo centímetro del abismo.

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Charlas ofrecidas en español

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Wednesday, August 14, 2019

Después de la luna de miel: Comunicarse con Alma


La luna de miel puede terminar meses, años o incluso décadas después del compromiso mutuo que hicisteis. Y cuando lo hace, en general las parejas o matrimonios que sobreviven habrán aprendido nuevas maneras de comunicarse que involucran el alma de ambas partes; maneras que no necesariamente formaban parte del periodo anterior de la relación.

Al principio, muchas cosas son fáciles debido al componente de amor-química-necesidad que está presente en esas etapas tempranas. Parece casi como si todo lo que os decís el uno al otro estuviera lleno de magia. Pero cuando ya no estáis en esa etapa, la necesidad de reconocer que, para que la relación prospere, se requiere algo más que ese exquisito componente de amor-necesidad-química, se vuelve imperativa.

Entonces, ¿qué hacer?

Curiosamente, aquí queda claro si ya has comenzado a trabajar en ti mismo; si ya has asumido la tarea del crecimiento personal e interior, o crecimiento del alma. A quienes lo han hecho puede que les parezca un trabajo más fácil tratar esta nueva forma de comunicarse a través del alma. Si sólo una de las dos partes ha asumido esta tarea, las cosas pueden complicarse bastante.

Si has aprendido a tener límites sanos, a cuidarte y amarte a ti mismo, a no ser reactivo y, por lo tanto, a autorregularte, ya de por si vas a estar comunicándote a otro nivel con respecto a alguien que no lo haya hecho. Esto no consiste en inteligencia, cultura o títulos académicos, sino en la calidad de la comunicación, dado todo lo que implica la primera frase de este párrafo. Con calidad me refiero a que el nivel de tu comunicación es diferente, incluso cuando se rebaja a discusiones y malentendidos por culpa de límites malsanos y falta de autorregulación.

Si estás en esa situación, el que ha estado recorriendo el camino del crecimiento interior o del alma, reconoce la llamada energética negativa de ese tipo de comunicación y, por lo tanto, encuentra una manera de moverse hasta un nivel más alto energéticamente hablando. Como dijo Carl Gustav Jung, «Donde reina el amor, no hay voluntad de poder; y donde la voluntad de poder es primordial, falta amor».

Pero hay otro elemento involucrado en esta nueva comunicación del alma que debe afianzarse después de la luna de miel, y que incorpora a la receta palabras como misterio, profundidad y asombro. La cualidad casi espiritual de esas palabras es precisamente lo que permite que una relación pase de la luna de miel a convertirse en una comunión que Thomas Moore, en su maravilloso libro Soul Mates: Honoring the Mysteries of Love and Relationship (Compañeros con alma: Honrando los Misterios del Amor y las Relaciones), llama «la irracionalidad del alma cuando una relación es profunda».

Dice Moore en su libro: «Una parte esencial de hacerse casadero es ser un hacedor, una persona que cultiva una vida de belleza, texturas ricas y trabajo creativo. Si entendemos el matrimonio sólo como el compromiso mutuo entre dos individuos, entonces pasamos por alto su alma; pero si vemos que también tiene que ver con la familia, el vecindario y la comunidad en general, y con nuestro propio trabajo y cultivo personal, entonces empezamos a vislumbrar el misterio que es el matrimonio». Y más adelante afirma: «Toda relación íntima requiere cierto grado de magia, porque la magia, no la razón ni la voluntad, consigue lo que el alma necesita».

Así pues, de las palabras de Moore podemos inferir que sin comunicación a este nivel del alma, la relación puede perfectamente quedarse estéril de esa manera que termina provocando que las partes se distancien porque ya no hay —o quizás nunca hubo, salvo en ese periodo de luna de miel— ninguna magia ni misterio.

En sus Cartas a un joven poeta, Rainer Maria Rilke escribe: «El objetivo del matrimonio no es crear una rápida comunidad derribando todos los límites; por el contrario, un buen matrimonio es aquel en el que cada parte nombra al otro como el guardián de su soledad, y así se muestran mutuamente la mayor confianza posible. La fusión de dos personas es una imposibilidad, y donde parece existir, es un arrinconamiento, un consentimiento mutuo que priva a una parte, o a ambas, de su plena libertad y desarrollo. Pero una vez que se acepta que incluso entre las personas más cercanas existen distancias infinitas, puede crecer para ellas una maravillosa convivencia, si logran amar la extensión entre ellas, lo que les da la posibilidad de verse siempre el uno al otro como un todo y ante un cielo inmenso».
Esto deja claro que el ser inseparables como parece creer mucha gente que es necesario para que una relación marche bien es, de hecho, peligroso para la vida de la relación y para el crecimiento en particular, el crecimiento del alma de los dos miembros de la pareja.

Ursula Le Guin escribió que «el amor no se queda ahí sentado, como una piedra; tiene que ser hecho, como el pan; rehecho todo el tiempo, hecho nuevo».

Y este «hacer nuevo» nos dice que el alma (como dice Moore) y el yo (como dice Rilke) deben formar parte del amor y de la manera en que nos comunicamos con el ser amado, incluso mientras vaciamos el lavaplatos o sacamos la basura. Cito de nuevo a Moore: «Por extraño que parezca, una relación puede encontrar más su alma en la atención a cosas como la manera en que comemos juntos o pintamos el techo de nuestro dormitorio que en la introspección mutua. El alma no necesariamente se nutre de lo que satisface a la mente».

Si nos ‘ocupamos’ de ello, el alma aparece inicialmente en la vida a través de las cosas más banales, ya sea el modo de conocer a alguien que se vuelve importante para nosotros, nuestro trabajo, ese pequeño (o gran) accidente, o ese inesperado golpecito de suerte. Lo que surge entonces de eso y cómo lo desarrollamos es lo que se convierte en los elementos necesarios del alma y en su crecimiento. Esta materia prima con la que nos topamos en la vida --y puede ser verdaderamente a diario-- es lo que los alquimistas llamaban prima materia. Jung escribió sobre esto en sus Estudios Alquímicos: «La materia prima es, como puede decirse tan acertadamente en inglés, “tantalizing” (tentadora): es barata como la tierra y se puede tener en todas partes, sólo que nadie la conoce; es tan vaga y evasiva como el lapislázuli que se va a producir a partir de ella; tiene un «millar de nombres». Y lo peor es que sin ella, la obra ni siquiera puede comenzar… Es la cosa más despreciada y rechazada, «tirada a la calle», «arrojada en el estercolero», «encontrada en la basura».

Pensamiento budista sobre esta materia prima que «hace crecer» el alma, lo que a su vez nos permite comunicarnos con él, indica, como escribe Pema Chödron: «Si aprendemos a abrir nuestros corazones, cualquiera, incluida la gente que nos vuelve locos, puede ser nuestro maestro». Y yo añadiría: al igual que los acontecimientos de nuestras vidas. Siguiendo en la misma línea, tenemos el título de uno de los libros del budista zen Thich Nhat Hanh: No Mud, No Lotus (Sin barro, no crece el loto), que reitera el mismo punto.

Nuestra tarea, entonces, es afinar y pulir la joya --el alma-- usando las materias primas que nos son dadas, igual que los alquimistas hablaban de transformar el nigredo o negrura en oro pasándolo a través del fuego alquímico.

Un último pensamiento de Moore con el que me sentí muy identificada hace casi tres décadas, cuando leí por primera vez sus libros al calor del sol maya en la península de Yucatán: «En la paradoja final, si queremos encender los fuegos de la intimidad, tenemos que honrar el alma del otro». Esto sólo puede ocurrir si honramos también nuestra propia alma y si nos comunicamos desde esa base.

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