Tuesday, August 25, 2015

¿Puedes perdonar?


Cuando tu padre os abandonó a tu madre, a tus hermanos y a ti, tu vida cambió drásticamente. Hoy, décadas después, este hecho aún perdura en tu cabeza. Recuerdas lo difíciles que eran las cosas y cómo, unos 15 meses después de que él se fuera, lo viste de lejos un día por la calle acompañado de otra mujer, mucho más joven que él y con una apariencia menos estresada que tu madre y sosteniendo en sus brazos un bebé. Te sentiste muy angustiado al ver cómo tu padre la abrazaba a ella y besaba al niño. También sentiste rabia. Y lo recuerdas desde entonces hasta el día de hoy. ¿Cómo podrías olvidar la manera en que tu padre afectó a vuestras vidas?

Cuando descubriste al que fue tu amor de la adolescencia —la primera chica con la que te acostaste hasta entonces— montándoselo con tu mejor amigo —los dos jugabais en el equipo de baloncesto—, algo dentro de ti se marchitó y murió. Mediante aquel acto ella te arrebató la autoestima. Tardaste años en recuperarte de ello. En cuanto a tu mejor amigo, después de intercambiar con él varios empujones tras encontrarlos a los dos con las manos en la masa, no le volviste a hablar. Y nunca encontraste a otro amigo con el que pudieras compartir todo lo que compartías con el que fue tu mejor amigo antes de darte cuenta de que era un verdadero traidor. Aun cuando te volviste a topar con esa primera novia hace poco, metidos ya los dos en los cuarenta, y viste que tenía algunos kilos de más y que había perdido su alegría juvenil y atracción, no sentiste ninguna satisfacción, tan solo dolor por el recuerdo de lo que paso en aquel fatídico día.

¿Te has percatado del hilo conductor que une cada una de estas estampas? Recuerdas con grandes dosis de emoción lo que pasó, casi como si estuvieras reviviendo el doloroso incidente.

¿Qué hay de nuevo en eso?, preguntarás. Por supuesto que revivo el momento doloroso, ¿de qué otra manera podría reaccionar? ¿Esperas que lo olvide?

No exactamente. Aunque hay un elemento de olvido asociado a lo que voy a decir enseguida.

Lo que quisiera que pensaras es lo siguiente: al recordar, al evocar en la mente lo sucedido una y otra vez —aun si solo lo haces una vez a la semana o al mes— mantienes fresco el dolor. Revivir mentalmente una situación dolorosa equivale a revivirla en la realidad… ¿no has notado las lágrimas caer repetidas veces o la ira arder al rojo vivo una vez tras otra, incluso aunque hayan pasado décadas?

Por supuesto, dices, por supuesto que caen las lágrimas y arde la ira. Después de todo, fue muy doloroso lo que pasó…

Cambiemos de tema por un momento. Has leído acerca de La ley de la atracción, el poder de la intención, y has oído hablar del libro o la película El secreto, etc. Tal vez incluso has leído alguno de los muchos libros sobre el tema. Si es así, sabes cuánto insisten todos los autores de estas obras en una filosofía central: aquello en lo que piensas se convierte en tu realidad… los pensamientos se vuelven cosas… «porque cómo piensa dentro de sí, así es él», que dice La Biblia, y por supuesto, todos estos autores te están animando a imaginarte, a visualizar o crear escenarios en la mente hasta el punto de que te sientas literalmente dentro de ellos y sientas la emoción y excitación que formaría parte de tu vida si tu 'escenario' fuese ya una realidad. Fundamentalmente, lo que están diciendo es que haciéndolo, ese 'escenario' que estás imaginándote tan vívidamente al final se convertirá en una parte de tu vida. Esa es la fuerza de la ley de la atracción.

Volvamos ahora al tema con el que empezamos: tú reviviendo y recordando experiencias dolorosas o traumáticas del pasado hasta el punto de que se producen manifestaciones físicas como lágrimas o brotes de ira. ¿No es eso lo mismo que acabo de describir en el párrafo anterior pero en una versión negativa? Sigues pensando, visualizando, imaginando aquel suceso del pasado hasta el punto de que haces de él una realidad en tu vida actual, en el sentido de cómo te afecta. En otras palabras, te afecta tanto como lo haría si realmente estuviera sucediendo ahora. O sea, que has hecho de ello una parte de tu realidad actual.

¿Es eso lo que quieres? ¿Así es como quieres vivir tu vida?

Nada te impide aferrarte a tu ira o dolor, pero solo la decisión de hacer elecciones nuevas te evita continuar en esta terrible rutina de dolor. Hacer una elección nueva sería decirte a ti mismo que por tu bien, por tu paz mental, perdonarás a quien quiera que te tratara tan mal, para poder vivir hoy una vida tranquila. Para que ya no tengas que seguir reviviendo el dolor.

Lo único que hace falta es eso: una elección de abordar el pasado de forma diferente. Tú decides, tú eliges, y tu vida cambia. Es literalmente así de sencillo. Así que, cuando te vengan los pensamientos de siempre, los que te llevan al dolor, diles literalmente: no, hoy no, gracias, tengo cosas mejores que hacer que dejaros molestarme otra vez. En vez de ocuparme de vosotros, voy a pensar en lo que quiero conseguir, o bien voy a cambiar mi energía.


Hazlo por ti mismo y no solo te beneficiarás tú, sino además todas las personas cuyas vidas están en contacto contigo.


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