Tuesday, November 13, 2018

La esencia de una verdadera intimidad


Hace poco esta cita de Upendo Kupita Juu se cruzó por mi camino: «La intimidad no es exclusivamente física. De hecho, puede que no tenga ninguna interacción física. Para que tenga lugar una relación íntima, permite que alguien entre en tus pensamientos, deja que abrace y acaricie tus sentimientos, deja que intime con tu mente. Permite que la intimidad emocional sea la razón para que se cultive la pasión. Ahora, esa intimidad es duradera».

Puede que nunca hayas considerado este aspecto de la intimidad simplemente porque, desde que éramos jóvenes, nuestro proceso de socialización nos llevó por caminos que consideran que la intimidad consiste solamente (o principalmente) en el sexo. Pero no es así.

Si a mí me dieran cien euros (o dólares) por cada pareja que ha venido a verme por culpa de una vida sexual fracasada, ya sería rica. Parece que no comprendemos que, sin lo que voy a llamar intimidad espiritual, que va mucho más allá de la intimidad emocional, la intimidad física simplemente no dura. De hecho, no tiene la menor esperanza, a no ser que quizás estemos hablando de adrenalina y de relaciones dramáticas del tipo al que me referí en mis dos últimos artículos del boletín (junio y julio de 2018), que son —como muy bien saben la mayoría de las personas que han participado en una o más de estas relaciones— altamente disfuncionales de todos modos.

Veamos otra vez lo que dice una parte de la cita anterior:

«Para que tenga lugar una relación íntima, permite que alguien entre en tus pensamientos, deja que abrace y acaricie tus sentimientos».

Permitir que alguien entre en tus pensamientos, permitir que alguien abrace y acaricie tus sentimientos... ¿no estarías de acuerdo en que este tipo de intimidad va mucho más allá de saber cuáles son las afiliaciones políticas, aspiraciones profesionales, pretensiones financieras y demás, de cada uno? Y ¿no estarías de acuerdo en que este tipo de intimidad va mucho más allá de deciros el uno al otro que os amáis, que queréis tener varios hijos y que queréis terminar viviendo en el campo y no en la ciudad, o viceversa?

A riesgo de simplificar lo que sucede en tantas relaciones, lo que estoy tratando de decir es que la aparente intimidad de muchas parejas se basa en compartir cama y hogar, hijos y cuentas, vida social y vacaciones, y las numerosas conversaciones sobre pensamientos y sentimientos que se centran en estas cosas, pero no tanto en lo que va más allá de eso. No porque las parejas sean superficiales o no sean enormemente inteligentes o reflexivas o elocuentes, me apresuro a añadir, sino porque, como se ha dicho antes, a muchos de nosotros nos educaron así y, por lo tanto, lo emulamos. Las sitcoms que vemos, las vallas publicitarias, los artículos en revistas, las redes sociales que utilizamos, todo ello nos mantiene —a no ser que busquemos más— en un lugar que generalmente no desarrolla una intimidad íntima con la intimidad.

Podemos compartir nuestro pasado más profundo y oscuro con nuestra pareja, nuestros sueños y aspiraciones, pero incluso eso puede estar lejos de la verdadera intimidad, si no está entrelazado con nuestras vidas diarias. La intimidad no es algo que ocurra ocasionalmente, sino que es una parte siempre presente —si somos verdaderamente íntimos— de todas nuestras horas compartidas. A no ser que esto lo entiendan ambas partes, una mujer puede tener una intimidad más profunda con una amiga que con su marido, y lo mismo un hombre con un amigo muy íntimo.

Eso no es saludable para la verdadera intimidad.

¿Entonces, ¿qué se puede hacer?

Para mí, una incursión inicial en este tipo de pensamiento requiere tomar un poco de conciencia íntima de ti mismo y de todo lo que piensas, sientes, así como la manera en que reaccionas y todo lo que haces. Sin ello, ¿cómo puedes tú (o yo) esperar crear una verdadera intimidad con otra persona?
Otro aspecto importante aquí es el deseo y la voluntad de ir realmente allí. ¿Estoy lo suficientemente interesado en esta otra persona (especialmente si esa persona es mi pareja o cónyuge), como para querer “molestarme” en conseguir tal intimidad? Estoy usando la palabra "molestar" deliberadamente, porque esto no es algo que simplemente sucede: hay que trabajar en ello. Esto es una inmersión en el otro individuo —y en uno mismo— con un profundo deseo de conectarse a niveles que van mucho más allá de lo que solemos usar para conectarnos entre nosotros, como aquellas conversaciones sobre la gotera que hay en el techo, que los niños necesitan ropa nueva para ir a la escuela en otoño, que uno de los coches ya está demasiado viejo, que cuál película vemos o qué hacemos este fin de semana.

Puede que estés pensando que todavía no te he dado ninguna pista de qué hacer en concreto para empezar a crear la verdadera intimidad. Yo lo veo del siguiente modo: si comienzas una relación más profunda contigo mismo, una que te permita conectarte con tu verdadera esencia interna, estando más presente y haciéndote más consciente, quizás usando la atención plena (mindfulness) como una de tus herramientas; herramienta que al mismo tiempo hará que te ames más a ti mismo y que alcances una mayor madurez emocional, automáticamente anhelarás —sin ninguna duda— una mayor intimidad con tus seres queridos. De hecho, sin esa intimidad, una relación parecerá un árido desierto donde la intimidad podría equipararse al agua que da vida. Y tratarás de moverte en esa dirección simplemente enfocándote más en esa esencia interna del otro, quien puede ser tu hijo, tu hermano, tu padre, tu amigo o tu compañero de vida. No porque tengas conversaciones sumamente serias, sino porque estás conversando sobre cualquier tema que esté sobre la mesa con la esencia interna del otro, y no solo con la parte externa visible.

Tal vez te gustaría también leer algunos libros que te guíen por este camino, aunque no te den recetas de libros de cocina para llegar allí. El cuidado del alma: Cultivar lo profundo y lo sagrado en la vida cotidiana, de Thomas Moore, y su Soulmates: Honoring the Mysteries of Love and Relationship (creo que este último es uno que aparece como 2ª parte del anterior en español), son un buen punto de partida. Otro bueno es Why Love Matters, de Sue Gerhardt (no lo encuentro en español); y por último, Terapia Zen: Un enfoque budista de la psicoterapia por David Brazier. Aunque son extremadamente distintos, de alguna manera todos estos libros se centran en la intimidad.

Algunas novelas que conectan con esta intimidad, si bien bastante antiguas, son Al filo de la navaja de Somerset Maugham, y El Mago de John Fowles (no la película). Y aunque es un poco más difícil identificar las películas que recorren este sendero, se podría empezar por El Príncipe de las Mareas, Memorias de África, Tierras de sombra, y también El Paciente Inglés y Los Puentes de Madison. 

Lo importante es que trabajes en intimar contigo mismo pues, al hacerlo, volverte verdaderamente íntimo con otra persona empezará a formar parte de tus prioridades; se convertirá en algo que buscarás activamente en cualquier relación importante y reconocerás que, sin ello, la conexión con otra persona no hace sino rozar la superficie de todo lo que es posible.

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